El Principe Constante

El Príncipe Constante

La libertad de cada persona, defendida hasta sus últimas consecuencias, llevará a Calderón a visitar zonas del comportamiento humano no visibles hasta ese momento, conjugando esa defensa con una fascinante exaltación de infinitos aspectos del amor humano y su proyección hacia lo trascendente

La obra es un drama sobre el libre albedrío humano, dividido entre los requisitos éticos y la doctrina de la salvación. El personaje principal se condena conscientemente a la esclavitud, a la privación de privilegios y, finalmente, a la muerte, en nombre de la fe cristiana con la que se le identifica. En ello refleja una concepción neoestoica del cristianismo. La acción es doble: exterior e interior por parte del protagonista, quien se debate en grandes dudas existenciales.

Ficha Tecnica

Dirección y Equipo Artistico

  • Autor: Pedro Calderón de la Barca
  • Dirección y Versión: Xavier Albertí
  • Director adjunto: Lluís Homar 
  • Dramaturgo: Albert Arribas
  • Escenografía y Vestuario: Lluc Castells
  • Iluminación: Juan Gómez Cornejo
  • Selección musical: Xavier Albertí
  • Ayudante de dirección: Jorge Gonzalo
  • Asesora de verso: Vicente Fuentes
  • Ayudante de escenografía: Mercé Luchetti
  • Ayudante de iluminación: David Hortelano

Reparto

  • Don Fernando: Lluís Homar
  • Rey Moro: Arturo  Querejeta
  • Muley: Jose Juan Rodríguez
  • Fénix: Beatriz Argüello
  • Don Enrique: Rafa Castejón
  • Don Juan: Egoitz Sánchez
  • Brito: Jorge Varandela
  • Zara: Lara Grube
  • Tarudante: Jose Juan Sevilla
  • Don Alfonso: Álvaro de Juan
  • Rosa: Marina Mulet
  • Celín: Iñigo Álvarez de Lara
  • Cautivo: José Cobertera
  • Cautivo: Jonás Alonso

Cuarteto

  • Violín 1º: Alfonso Nieves
  • Violín 2º: Jorge Llamas
  • Viola: Isabel Juárez
  • Violonchelo: Irene Celestino

Multimedia

Críticas

«El príncipe constante», de Calderón: un héroe de nuestro tiempo

En manos del director Xavier Albertí, se trata de una emocionante consagración por la acción dramática de la palabra calderoniana, rica en matices y exhibida en un escenario desprovisto de distracciones, profundamente místico en un sentido que supera los límites de la beatitud de este martirio del Infante Don Fernando..

Beatriz Argüello: verla y escucharla resulta enormemente gratificante dentro de la densidad de la función. Aparece como si sobrevolara la pista arenosa y habla con una riqueza melódica que enternece y duele, perfil femenino maltratado por la historia que en Argüello encuentra todo lo necesario, felizmente ayudada por un vestuario que cuando deja su espalda desnuda nos permite descubrir más facetas dentro de la amalgama de frustraciones de su personaje.

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Horacio Otheguy Riveira / Culturamas

El ataúd y la cuna

Un espectáculo caudaloso, fidedigno, esencial, sobre la transitoriedad de las cosas y la perseverancia humana, dirigido por Xavier Albertí e interpretado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Albertí debe haber sujetado los brazos de sus actores, porque, en contra de lo que suele verse hoy en los escenarios españoles, ninguno hace aspavientos que pudieran distraer de lo que están diciendo. En su montaje el verso suena diáfano y las imágenes poéticas se abren paso franco.

Todo su reparto merece mención, pero muy especialmente Beatriz Argüello, por la presencia cierta de su Fénix; José Juan Rodríguez, por la claridad con la que hace llegar el contenido de las extensas tiradas de texto de Muley, y Álvaro de Juan, que confiere al rey Alfonso una convicción moral, una determinación y una autoridad memorables.

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Javier Vallejo / El País